domingo, 14 de diciembre de 2014

Nada es lo más cerca que hay de comprender.

Mientas el mundo sigue girando sin querer parar ni un segundo, y mientras nuestras vidas siguen su cauce, prácticamente normal. Paramos un segundo y echamos un vistazo al pasado.

Y joder, cómo ha cambiado todo. Y ves el pasado reflejado en un post de hace un año donde una completa idiota describía esa absurda y egoísta felicidad que te da el amor.Y sí, muy absurda y extremadamente egoísta, pero ahora ¡qué dolorosa esa sensación!. Cuánto duele mirar hacia atrás y ver como todo se ha evaporado, cómo sin darte cuenta todo lo que era maravilloso, ahora es una simple ilusión, de un recuerdo del cual ya ni hay pruebas de que fuera real. 

Y supongo que parte de ese dolor es culpa de la rutina, la frecuencia con la que hacemos las cosas, la frecuencia con la que nos besamos, con la que discutimos y luego nos reconciliamos, la frecuencia de las caricias y los abrazos, de los domingos de resaca tumbados en una cama, la frecuencia de todos esos cafés, esas cenas improvisadas y esos días eternos de biblioteca.

Ese olor, las caricias, el calor de su cuerpo contra el tuyo, las sonrisas a escasos centímetros de su boca, las manos agarradas, los milímetros de cama, las notas bajo la almohada, las llamadas, las noches que siempre acaban juntos, su cara, sus ojos, esas pestañas infinitas, esa espalda perfecta y hasta sus cicatrices.

Abrir los ojos por la mañana y saber que está ahí, que no le ves, que no le tocas pero que está ahí, que no sabes lo que hace ni dónde esta pero sabes que él esta pensando en ti, que da igual los días que no os veáis, no importan las discusiones, no importa absolutamente nada porque sabes que está ahí.

Y yo me cago en la frecuencia y en los días juntos, en las noches, las tardes y las mañanas que pasamos juntos, me cago en los semáforos en rojo y los te quiero. En todas esas cosas que prometiste y no cumpliste, y en los días que sin darme cuenta te perdí.

Y qué dolor saber que todo aquello que te hacía feliz, ahora le hace feliz a otra y que no volverás a ser la primera, que esas sonrisas ya no las provocas tu, y que no eres más que un recuerdo . Qué duro es decir adiós sin querer irte, qué difícil es seguir en pie y saber que la vida sigue y que no se va a detener ni un segundo para consolarte. 

Nunca imaginamos que doliese tanto, nunca nos imaginamos que podía pasar.

Y duele porque quieres de verdad y duele cuanto más lo intentas, y duele porque tengas que luchar  y duele porque no despiertas y porque pasará la vida y tu siempre seguirás...