El rechazo, ese jarro de agua fría que te devuelve a la realidad, ese nudo en el estómago que te ahoga. La sensación de impotencia, dónde el querer no vale, dónde la intención no es suficiente. Cuando ya da igual todos los esfuerzos, las buenas intenciones y las ganas de arreglarlo. Ya no tiene arreglo, está roto casi tanto como tú que te estas resquebrajando poco a poco aceptando tu propia derrota. El dolor que te desgarra al echar la vista atrás y ver lo que fue y ya no es, y lo que es aún más horrible, es que ya nunca volverá a ser.
El adiós, ese “ya no puedo estar contigo”, que le sigue un “ya no te quiero tanto”, ese “ya puedo respirar sin ti”. Esa despedida que te desgarra por dentro y llega al corazón. El sentimiento de culpa, el cargarte por no saber en qué momento eso se estaba apagando y tu seguías ciego pensando en que sería para siempre. La angustia de sentirte perdido, el no saber cuál es tu siguiente paso, si hasta ayer estabas ciega por el maldito engaño de esa relación que parecía real y era una mentira más. El temblor de tu cuerpo, el nerviosismo, la sensación de que todo se te está desplomando ante tus ojos, el miedo a la soledad, el terror a caer al vacío. El saber que a partir de ahí despertarás y nadie estará ahí para darte los buenos días, que ahora cuando vibra el móvil tiemblas por si será él, ahora cada palabra que sale de su boca te quema por dentro y te rompe en mil pedazos. Ahora que todo te hiere, que tus sentimientos están a flor de piel, ahora que deseas que alguien te de la puta cura para este dolor tan jodidamente intenso que no descansa ni al dormir. Que te hace despertar con la almohada empapada en lágrimas, que te aterroriza con las peores pesadillas, que te quita las ganas de dormir, de comer, de salir a la calle.
Y “el tiempo todo lo cura” y me lo dices tú que me has dejado de querer sin avisar, que has pisoteado mis sentimientos. Y “sé fuerte”, soy fuerte porque la vida me aplasta como una apisonadora y he aprendido a sobrevivir, soy fuerte porque cuando más me duele y más siento que me apago, paro y pienso en cómo salir adelante. Y soy valiente, mucho más de lo que nadie puede imaginar, porque no tengo miedo a mostrarme como soy, porque no me da miedo sentir, porque me arriesgo, porque daría lo que fuera por lo que siento y en lo que creo. Porque a pesar de todo, sigo aquí.
Y ahora estoy sintiendo todo eso, todo ese dolor, sin filtro, a bocajarro, a quemarropa. Y sigo viva, sobreviviré.Y sé que si mañana alguien me encuentra y me ve por dentro sabrá que me arriesgaré como una kamikaze, que me dejaré volver a querer y querré hasta que no pueda más.
Y me alegra ser así, porque se que soy de verdad, que no voy a medias tintas, que me lo juego todo a una carta, aunque todo esté en contra, aunque nadie quisiera que lo hiciera, si yo quiero lo haré.
Y ahora te lo digo a ti, tú que sabes de qué hablo, de cómo me arriesgué, de como te quise sin permiso, sin avisar, sin control, cómo te dejé entrar hasta dentro y arrasar con todo. Tú que ahora me pides distancia, tú que eres el que ha dejado de querer, tú que has reventado mis ilusiones. Me alegro de haberte querido, incluso de quererte ahora, aunque esté tan rota que no sepa ni cómo arreglarme. Me alegro, porque lo poco que me dejaste quererte, fue de verdad.
Y algún día pensarás en mi y sabrás que fue lo más de verdad que has sentido.