viernes, 19 de mayo de 2017

Un nuevo tsunami vuelve a reventar la isla.

Sabes que algo va mal cuando nada a tu alrededor te afecta, cuando estás tú y tu mundo, esa burbuja que te tiene atormentada día y noche, esa mochila que llevas cada día a cuestas, dónde creías que habías vaciado de miedos e inseguridades y de repente pesa más que nunca. Sabes que algo va mal cuando se te eriza la piel con sentimientos que te hacen sentir tan vacía como cuando creíste que no podías estar más abajo. Y sabes que algo va mal cuando estas pidiendo auxilio a voces y nadie te oye, cuando te das cuenta que eres invisible, que nadie te ve, que a nadie le importan los fantasmas que te aterrorizan, que el brillo de tus ojos no es emoción, sino la cantidad de sentimientos que guardas y que necesitan salir. Cuando sonríes por obligación, cuando vas dónde debes ir y dejas de expresar tus verdades mas intimas. Y algo iba mal, algo estaba yendo demasiado mal. Nunca debí abrirme sin cerrar heridas, pero mucho menos permitir que esas heridas se hicieran más grandes, es irónico que lo diga ahora, cuando hace unos meses pensaba que estaban cicatrizando mis heridas mágicamente. Sabes que algo va mal cuando empiezas a mentirte a tí misma, cuando empiezas a justificar conductas totalmente inapropiadas para alguien que habla de amor. Pero no sabía que iba mal, me equivoque pensando en que todo iba bien, que ciertas cosas eran normales, que la culpa era mía por estar tan dañada emocionalmente. Me creí culpable por quererte demasiado, por necesitarte cada día de mi vida, porque pensaba que la gente que se quiere intenta estar cerca de la otra todo lo posible. Me sentí culpable por tener miedo de perder lo que teníamos, me culpé de ser demasiado atenta, demasiado detallista y demasiado sensible. Que en la relaciones de hoy en día no se puede querer demasiado, ni se pueden pedir muestras de cariño cuando se está lejos, porque todos debemos ser fuertes y no sentir esas ganas de abrazar a la persona que no ves, que no está permitido querer tanto porque agobia y está prohibido decir lo que se piensa porque es egoísta. Que os da miedo querer tanto que os vayan a hacer daño, y sí querer puede doler, quién bien te quiere no te hace llorar, no te hace sufrir y no te hace pensar que todos tus comportamientos son rabietas y llantos de niña consentida y caprichosa.

Imagen relacionada


Lo más terrible de todo es que me quería sentir querida, que necesitaba ese afecto, necesitaba volver a sentir la adrenalina del querer tanto a alguien que te lleva tan alto que la sensación de caída es indescriptiblemente aterradora, necesitaba sentirme importante para alguien, que alguien me cuidara, cuando ni siquiera yo sabía cuidarme. Necesitaba que alguien me mirara por dentro y me viera que era maravillosa con todos esos defectos, quería que alguien me abrazara cuando los fantasmas del pasado me hicieran sentir que nada valía la pena, necesitaba ser alguien, dejar de ser invisible, volver a ser la persona alegre que tanto echaba de menos. Y me enganche a la sensación del principio, me enganchaba que alguien me mirara y me viera, que pudiera sentirme atractiva e interesante, que le gustaba mi forma de ser, que me hacía reír, me divertía, me daba energía para cada día pero tan rápido como apareció esa sensación nada volvió a ser igual.
Me engañé, me engañé pero mucho, porque yo veía que las cosas podrían salir mal, tenía esa sensación que se agarra al pecho y que nunca se equivoca, pero la ignoré, me hice la valiente. Pensé que eran problemas míos por lo que había vivido y que eso no me quería dejar avanzar, pero a la larga había más y más cosas que me preocupaban, que me hacían sufrir. Intentaba ocultar mis sentimientos, mi dolor por esas cosas que él pensaba que eran ridículas, todo tapado sobre la capa de mis tormentos del pasado. Todos nuestros problemas eran mis problemas, mis taras y mi incapacidad de seguir hacia delante.

Me convertí en el problema, y ahora no sé cómo salir de él. Nadie se quedará a ayudarme, a verme renacer de nuevo, porque sigo estando tan sola como al principio, porque nadie conocerá nunca todo el daño que llevo dentro.