Y es cómo me tiemblan las piernas y el escalofrío que me recorre cuando el autobús me deja en esa estación, allí dónde busco con la mirada un chico alto con su corbata verde y la sonrisa más bonita que vi jamás mirándome. Y esa esperanza de que un día volvamos a ese lugar, que baje las escaleras y seas tú. Que he vuelto a caminar por las calles dónde me dabas la mano, he vuelto a pasar por la puerta de tu trabajo dónde pasé tantas horas para volver a tenerte, he vuelto a estar de fiesta allí, pero tú no estabas, estaban mis recuerdos de ti cuando me besabas por todas las esquinas, mis recuerdos de nosotros, nuestros recuerdos.
He sentido ese vacío otra vez, ese nudo en el estómago cuando te ibas y parecía que no ibas a regresar jamás. Pero es que esta vez no has vuelto, no hay señales, no hay mensajes inesperados ni ganas de volver a abrazarse, de mirarse en silencio y volver a sentirlo todo. No voy a sentir eso de abrir la puerta y verte ahí, no volveré a ser aquella. Y no me puedo imaginar que yo siga así, contigo pero sin tener ni un poquito de ti. Que aparezcas cuando duermo para decirme que nunca más, que nunca me perdonarás y que esos pocos días juntos no han sido suficientes para darte cuenta que nadie te quiso tanto. Que hayas borrado mis recuerdos, que oigas mi voz y no me recuerdes, que me sigas haciendo temblar sin ni siquiera estar a mi lado, que me des miedo, que tengas esa puta capacidad de partirme el corazón.
Y duele seguir llevándote, y haberte convertido en un perfecto desconocido, que ya no sé con lo que sueñas, que ya no puedo mirarte a los ojos y saber exactamente como te sientes, que echo de menos tocar tus manos y acostarme en ese hueco que tienes entre el hombro del pecho dónde me sentía en casa. Que me dueles, me duele tu recuerdo más que todos los reproches que tuve que soportar, que me duele tu silencio más que esas veces que no me querías ni abrazar, que me dueles y no he aprendido a olvidarte, No puedo entender que tú y yo acabáramos así, porque era de esos amores de los de novela, de los que piensas en envejecer juntos, de esos que en cuatro meses te han vuelto loca y te han partido en dos.
Y aunque ya no estas, tengo que decirte gracias, gracias por esos días, por todas sus horas, por lo que me hiciste sentir, porque eres de esas personas que tú ya sabes, que entran como un tsunami y arrasan con todo, y que sabes que cuando se vayan te van a dejar un poquito roto, pero que son inevitables, necesarias, personas que enganchan y que duelen y van a doler irremediablemente. Y cuándo todos dicen que no merece la pena pienso, qué sabrán ellos si nunca pudieron disfrutar de ti, si no tienen ni puta idea.
Y lo que duele no es esto, es todo lo que vendrá.
Y no iré jamás con nadie a dónde iba a ir contigo, porque aún tengo una hoja en blanco de aquel primer día, con un montón de planes que rellenar cuando vayamos a Praga, Cómo me duele no haber tenido el tiempo suficiente, no haber podido demostrar todo lo que merecía la pena cuando estábamos juntos.
Pero poco a poco aprenderé a olvidarte o quizá aprenda a vivir sin ti, a no recordarte y no sufrir por ti y empezar a sufrir por mi, y darme cuenta que como muchos dicen tú no eras para mi. Que esos ojos azules no me volverán a hacer feliz y que nunca llegó el invierno.
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